martes, 30 de agosto de 2011

Sábados

Ahí está otra vez, sola. Las lágrimas que brotan de sus ojos, como un mar, bañan sus mejillas. La soledad, como un puñal en su corazón, las lágrimas como la sangre. Pretende no sentir, pero muere por dentro. Estuvo tanto tiempo ausente que ya dejó de ser extrañada, a nadie le importa, ni siquiera a ella misma, o eso intenta creer. Pero todos los sábados, en su eterna soledad, su llanto inunda la habitación, que se opaca, junto con su hermosura. Cada sábado, ella muere un poco más.

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