miércoles, 29 de agosto de 2012

Seguir extrañando

Miro la ventana,
el cielo a través de ella.
Está gris, como mis ojos.
Mis ojos que extrañan verte,
que ilumines con tu mirada
lo insípido de mi paisaje.
Mis ojos que añoran color,
saberte cerca.
Miro la ventana,
los árboles a través de ella.
Tiemblan de frío, como mi cuerpo.
Mi cuerpo que extraña tocarte,
que abrigues con tu abrazo
lo frío de mi humanidad.
Mi cuerpo que implora calor,
tenerte cerca.
Cerrar los ojos e imaginarte,
soñar.
Y esperarte, toda la vida.

domingo, 26 de agosto de 2012

"Te quiero" (te extraño)

Tengo un "te quiero"
atravesado en los labios.
Te está esperando,
quiere que lo vengas a buscar.
Que rompas la distancia con
otro beso, u otro abrazo;
sólo uno más, seguido de muchos más.
Para saciar la sed, llenar el vacío
que soy yo sin vos;
romper los muros, quebrar distancias.
Si ya sabemos que cuando estamos juntos,
el espacio y el tiempo no son nada.
Patéticas estructuras al lado de nuestro amor,
que es eterno.
Que no conoce de espacio, ni tiempo, ni final.
Que todavía nos quedan tantos muros por romper,
distancias por quebrar.
Tanto amor para amar.
Y yo, con mi "te quiero" atravesado en los labios.
Y vos allá, lejos.

lunes, 13 de agosto de 2012

La música del recuerdo

Se miró las uñas; rascó el pedacito de piel que quedaba como suelto, ajeno al dedo, a la uña, a todo. Miró las letras dibujadas sobre el esmalte, y se preguntó por qué le gustaría tanto pintarse las uñas. Quizás era una manera más de pasar el tiempo sin pensarlo, sin extrañarlo tanto. Y la música del piano la ponía triste. En parte porque no sabía tocar, se sentía tan mediocre; y porque además, lo extraña.
Con cada nota aguda que escucha, está un poco más cerca de la primera lágrima. Podría detener la canción, pero no tiene ganas; la música le da ganas de llorar, nostalgia, pero también le trae paz. La aísla del mundo, la lleva con él. Y le hace sonreír. Y piensa que podría escuchar la misma canción para siempre. La disfruta, le da sueño. Le hace dudar de sí misma también, pero no es una duda peligrosa. Y sigue mirándose las uñas, que quedan de pasada para que los ojos las visiten cuando van a mirar al papel. Casi no piensa lo que escribe, pero se escucha leyéndose en su mente; un cuarto vacío, con una pared pintada de color magenta, un silloncito antiguo, y la foto de él colgada en la pared. Mira la foto, con los ojos de la imaginación, y lo recuerda. Es difícil la distancia cuando dos personas se quieren tanto; y es peor cuando sueñan tanto, porque imaginan.
Siempre se sintió, por así decirlo, privilegiada de tener una imaginación tan volátil. Sería que los años de niñez aislada, leyendo, habían servido de algo. Ahora podía imaginar tan fácilmente. La imaginación es muy buena compañera del recuerdo; y ella recordaba, lo recordaba. Lo dibujaba en su mente, cantando, cantándole a ella. Y la sonrisa se le escapa. Es que lo quiere, y sueña. Recuerda abrazarlo por la espalda mientras lo escuchaba cantar. Recuerda, y sueña con abrazarlo nuevamente, en lugares nuevos; donde estén sólo ellos y su soledad de a dos, que no es tan sola, y menos cuando esos dos son ellos, que se quieren tanto. Se encuentra sonriendo, mientras rememora, se enamora. Siempre soñando, a pesar de la lejanía, siempre soñando.
El piano seguía tocando, pero ya no era triste. Ahora tenía los labios felices, aunque la lágrima seguía esperando salir. Disfrutaba de su solitud, porque no estaba tan sola. Aún si estuviese completamente sola, sabía que no estaba sola; lo tenía a él. O tenía su amor por él. Pero ese saber que en el mundo había alguien con quien podía soñar, la hacía sentir acompañada. Quizás no sonriera más por hoy pero, algún día cuando siguiera soñando, con él a su vera, la sonrisa iba a volver. Y en ese día, se quedaría para siempre. Mientras soñaba.

domingo, 12 de agosto de 2012

La esquina de los árboles de las flores blancas

Están ahí, hace años quizás. Nadie, jamás, les presta atención. Sólo pasan por ahí, por la vida, perdiéndose toda la magia. Pero ella, ella los ve, los siente. ¡La magia de esas flores le hace tan bien! Esos árboles, que la saludan cuando pasa, casi le sonríen. Los pétalos blancos, rosados, que cubren el suelo de a partes, y las pequeñas flores en las ramas. Simulan ser de cerezo, pero no engañan a nadie, o nadie, jamás, les presta atención. Ella siempre las ve, bailando en las ramas, y cuando el viento las mueve. Sabe que no son de cerezo, pero no le importa. Son hermosas, para ella son el cielo.
Cuentan que, en esa esquina, cuando llega agosto y los árboles despiertan, y las flores llenan el suelo de blanco, hay magia. Que junto con los retoños de falso cerezo, florece el amor verdadero. Dicen que, si dos enamorados se besan en esa esquina, el amor es para siempre. Que esas flores, ayudan a la eternidad, a contagiar al amor; y, que si dos personas se abrazan ahí, el abrazo será perpetuo. Dicen. Y ella cree, ve, sueña. Se enamora de esa esquina, de esas flores. Allí, hasta el viento frío de los últimos días invernales resulta agradable, mágico. Debe ser el efecto primaveral de los pétalos, que saca sonrisas. Y ella se enamora. Se enamora, y sueña con besar y abrazar en esa esquina. Quiere su amor eterno, imperecedero, con él. Y lo sueña, y lo dice. Y espera, ese abrazo, en esa esquina. Ese beso, esa eternidad. Ese "para siempre"; escrito en el alma. Y lo quiere, mientras espera; lo enamora, se enamora. Se aman, y esperan; las flores siguen brotando de las ramas, prometiendo eternidad para otros enamorados. Sólo que nadie más que ella sabe el secreto que esconde esa esquina; nadie la mira, nadie se enamora de las flores como ella. Nadie, jamás, les presta atención.
El tiempo pasa, él se aleja; del cuerpo siempre, del alma, jamás. Y ella sigue soñando, con la eternidad. Sigue viviendo, sabiendo que todo es fugaz, hasta las flores lo son. Pero lo que ellas otorgan, esa fantástica inmortalidad que dan al amor, es lo que las mantiene por siempre vivas. Y  ella camina las calles, las otras esquinas sin flores, sin leyendas, donde los enamorados se besan, pero no pasa nada. Y pasa por la esquina de la eternidad y recuerda, recuerda y se enamora, y ama, extraña. Espera, siempre espera. Las flores siempre tan hermosas, pero nadie, jamás, les presta atención.