viernes, 2 de marzo de 2012

Rojas como el vino, sus manos manchadas de sangre retiraron el cuchillo de su pecho. Alcanzó a ver, en el instante de agonía, su mirada llena de dolor y decepción. Durante meses, sin haber llegado al acto mismo de homicidio, cada palabra que él decía auguraba el futuro cercano, la muerte.