sábado, 26 de mayo de 2012

Casi, equilibrio

Salió de la casa, con su música, su boina afrancesada, su corazón danzante. El cielo estaba gris, pero casi no parecía. La llovizna, delgada y mojada, le humedecía el pelo; pero casi ni cuenta se daba. Caminaba con el paso acelerado, feliz, casi flotaba; el mundo estaba gris, pero ella tenía su color. Pasó por los mismos lugares de siempre, pero la soledad de las calles nunca le pareció tan agradable. Susurraba canciones, pegando pequeños saltitos cada vez que daba un paso. Sabía que el sol estaba detrás de las nubes, y que la razón de su pequeña alegría estaba sólo a unos cuantos metros de distancia. Cuando al fin llegó, llevaba el corazón en la mano, y un beso colgando de los labios. Sus manos se juntaron con las de él, y el universo se alineó en un instante perfecto con la sinfonía de sus corazones acelerados y nerviosos. Un sólo momento de tensión, dio lugar a la increíble libertad que experimentaban. Sin máscaras, todo lo que sentían encajaba como piezas de un rompecabezas que sólo estaba esperando ser armado. El brillo de sus ojos, y su eterna sonrisa eran signos claros de la felicidad que experimentaban en ese instante. El velo que antes los había separado, desaparecía para liberarlos de las cortezas tras las cuales, otrora, se ocultaron. El cielo sobre ellos se volvía celeste, mientras el resto del mundo continuaba con su gris melancolía. El universo al fin se había unido a su favor para darles el perfecto equilibrio.