lunes, 13 de agosto de 2012

La música del recuerdo

Se miró las uñas; rascó el pedacito de piel que quedaba como suelto, ajeno al dedo, a la uña, a todo. Miró las letras dibujadas sobre el esmalte, y se preguntó por qué le gustaría tanto pintarse las uñas. Quizás era una manera más de pasar el tiempo sin pensarlo, sin extrañarlo tanto. Y la música del piano la ponía triste. En parte porque no sabía tocar, se sentía tan mediocre; y porque además, lo extraña.
Con cada nota aguda que escucha, está un poco más cerca de la primera lágrima. Podría detener la canción, pero no tiene ganas; la música le da ganas de llorar, nostalgia, pero también le trae paz. La aísla del mundo, la lleva con él. Y le hace sonreír. Y piensa que podría escuchar la misma canción para siempre. La disfruta, le da sueño. Le hace dudar de sí misma también, pero no es una duda peligrosa. Y sigue mirándose las uñas, que quedan de pasada para que los ojos las visiten cuando van a mirar al papel. Casi no piensa lo que escribe, pero se escucha leyéndose en su mente; un cuarto vacío, con una pared pintada de color magenta, un silloncito antiguo, y la foto de él colgada en la pared. Mira la foto, con los ojos de la imaginación, y lo recuerda. Es difícil la distancia cuando dos personas se quieren tanto; y es peor cuando sueñan tanto, porque imaginan.
Siempre se sintió, por así decirlo, privilegiada de tener una imaginación tan volátil. Sería que los años de niñez aislada, leyendo, habían servido de algo. Ahora podía imaginar tan fácilmente. La imaginación es muy buena compañera del recuerdo; y ella recordaba, lo recordaba. Lo dibujaba en su mente, cantando, cantándole a ella. Y la sonrisa se le escapa. Es que lo quiere, y sueña. Recuerda abrazarlo por la espalda mientras lo escuchaba cantar. Recuerda, y sueña con abrazarlo nuevamente, en lugares nuevos; donde estén sólo ellos y su soledad de a dos, que no es tan sola, y menos cuando esos dos son ellos, que se quieren tanto. Se encuentra sonriendo, mientras rememora, se enamora. Siempre soñando, a pesar de la lejanía, siempre soñando.
El piano seguía tocando, pero ya no era triste. Ahora tenía los labios felices, aunque la lágrima seguía esperando salir. Disfrutaba de su solitud, porque no estaba tan sola. Aún si estuviese completamente sola, sabía que no estaba sola; lo tenía a él. O tenía su amor por él. Pero ese saber que en el mundo había alguien con quien podía soñar, la hacía sentir acompañada. Quizás no sonriera más por hoy pero, algún día cuando siguiera soñando, con él a su vera, la sonrisa iba a volver. Y en ese día, se quedaría para siempre. Mientras soñaba.

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